El almuerzo de los remeros (1881)
Desde los 13 años el artista Pierre-August Renoir comenzó a decorar porcelanas para ganarse la vida. De ahí en adelante siguió pintando sin parar, ni siquiera cuando medio siglo después lo abatió la artritis: entonces, hacía atar pinceles a sus rígidos dedos. Maestro entre los impresionistas, representó la realidad como un espectáculo lleno de sutilezas, de colores y de relaciones.
En “El almuerzo de los remeros”, Renoir recrea una escena añorada por él. Un día de fiesta y de despreocupación junto a las personas amadas: Aline Charigot, su prometida, y frente a ella, su amigo y pintor Gustave Caillebote, acompañados por otros amigos. Los personajes se sitúan bajo un toldo que impide la entrada de la luz solar, provocando sombras coloreadas típicas del Impresionismo. Se destaca el perfecto dibujo de las figuras con el que resalta su volumen, mientras que el fondo lo presenta más boceteado. La luz tomada directamente del natural, la disposición de las figuras en la escena, los rostros realistas de los personajes y la sensación de vida que se respira en el conjunto hacen de esta obra una de las más atractivas del pintor.