Estudio del retrato del Papa Inocencio X  de Velázquez (1953)

Oriundo de Irlanda, a los 16 años Francis Bacon se traslada a vivir a Londres y, más tarde, viaja a Berlín, donde conoce a los pintores neorrealistas. Es a su regreso a Inglaterra, en 1928, cuando comienza a pintar. En sus cuadros suele representar figuras humanas en espacios cerrados, figuras angustiosamente retorcidas que aparentemente expresan la angustia e intranquilidad ante la tragedia de la vida. En un sentido pictórico, su obra se sitúa entre las nuevas tendencias del realismo y del expresionismo, caracterizada por la representación de elementos figurativos y colores intensos. Bacon admiró a artistas del pasado y algunas de sus pinturas son citas de obras de Rembrandt y Diego de Velázquez, como en este cuadro, que reinterpreta la obra del pintor español dándole una nueva y dramática connotación.

“Estudio para un retrato de Inocencio X” muestra a un Papa de expresión atormentada, con salpicaduras de sangre en sus ropas y que parece estar atado a su trono. La percepción se acentúa por las pinceladas verticales tras las cuales se desdibuja la figura papal que, impotente y con los puños apretados, grita desesperadamente. Esta especie de cortina o velo que parece aprisionarlo procede de las texturas de las placas de rayos X, a menudo utilizadas por Bacon en sus trabajos de esos años.