El caballo blanco (1898)

Paul Gauguin, pintor francés del siglo XIX, inicia su carrera artística ligada al impresionismo, para luego continuar por un camino más personal, marcado por un colorido libre e intenso y de mayor carga simbólica. Descontento con el estilo de vida de París, Gauguin viaja a Panamá y a Martinica, donde se conecta con el exotismo del Nuevo Mundo que luego reflejaría en su pintura. Posteriormente se radica en Tahití, donde se dedica a capturar sus paisajes, sus habitantes y costumbres de manera expresiva y colorida.

“El caballo blanco” recoge las características principales de su nueva pintura y la mirada que le ofrece Tahití. La cabeza del caballo -inspirada en uno de los relieves del Partenón de Atenas– se relaciona con el sano primitivismo de los nativos de la isla, en tanto que el uso del color se abre libremente. Abandonando la perspectiva tradicional, logra una profundidad aparente a través de la diferencia de tamaño de las figuras del cuadro y la superposición de planos de color. La composición está realizada con pinceladas anchas de tonos puros y luminosos, estilo habitual en sus últimos años.