Iglesia de Auvers-Sur-Oise (1890)
El pintor holandés Vincent van Gogh dedicó a la pintura sólo los diez últimos años de su vida. Debido a su gran sensibilidad sufría de severas depresiones y tenía serias dificultades para relacionarse con los demás, por lo que su vida fue solitaria y la pintura se constituyó en su refugio y consuelo.
Tras su estancia en el sur de Francia, en Arles, y después en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy de Provence, van Gogh se instala en Auvers-sur-Oise, pueblo en los alrededores de París. En este período el artista realiza muchos cuadros, pero éste es el único que dedica a la iglesia de Auvers, construida en el siglo XIII. Rodeada por dos capillas romanas, bajo el pincel del artista la iglesia se convierte en un verdadero monumento, que parece a punto de desarmarse ante la presión ejercida por el suelo y los dos caminos que la encierran. Aun cuando se reconoce la iglesia, más que una imagen fiel de la realidad el cuadro ofrece una forma de “expresión” de ella.
Los medios plásticos utilizados por Van Gogh anuncian el trabajo de los futuros pintores expresionistas.